El suicidio es un tema abstracto en el que se filosofa, piensa y comenta pero que siempre pasa a ser un tabú, se niega la posibilidad de que pueda ocurrir y si ocurre se oculta, todo este oscurantismo que se tiene sobre el suicidio hace difícil su detección precoz, la prevención y el tratamiento de las conductas suicidas en los adolescentes.
CONTEXTO HISTORICO DEL SUICIDIO
Las conductas suicidas son un fenómeno universal que han estado en todas las épocas y culturas pero las actitudes de la sociedad frente a estas han sido controvertidas ya que han estado condicionadas por las distintas valoraciones que se le dan desde el punto de vista filosófico, religioso, psicológico y popular. Por ello el suicidio ha sido un acto enaltecido o banalizado, han sido muestra de valor o libertad o de cobardía y debilidad.
En Oriente el suicidio es visto como un acto indiferente o elogiable ya que la muerte es solo un cambio de forma de existencia. En Europa los celtas escogían el suicidio para poner fin a sus vidas, ya que se glorificaba a los que se daban muerte voluntariamente.
Los Romanos, bajo la influencia del estoicismo (esencialmente es una filosofía de la libertad o más bien de la liberación) admitían muchas razones legitimas para su práctica.
Sin embargo, desde el punto de vista filosófico, puedo citar a un gran filosofo, San Agustín de Hipona quien consideraba el suicidio como algo pecaminoso.
El cristianismo acepto, en los primeros siglos, que el suicidio era admisible en algunas circunstancias como medio para lavar las propias culpas pero esta opinión fue cambiando con los años hasta asumir una actitud intransigente frente al suicidio. (Hernández, 2002)
EL VALOR DE LA VIDA
La palabra "valor" significa ser fuerte, vigoroso, potente, estar sano. Su sentido es el opuesto a lo que imagino sienten los adolescentes que intentan o comenten suicidio. La palabra suicidio llega desde el latín moderno uniendo a sui que significa "de sí mismo", con cidium "matar", atentando contra la propia vida, son autodestrucciones deliberadas.
Si bien podríamos intentar entender los suicidios desde el punto de vista de quién intenta o comete el acto, lo analizare en este artículo en la perspectiva de quién lo contempla desde afuera y saca sus conclusiones. Elegí este ángulo, ya que sólo en los casos de los intentos que fracasan podemos llegar a conversar sobre sus motivaciones con los mismos adolescentes que lo intentan.
En nuestra vorágine por alcanzar pretendidos bienestares, corremos incansablemente tras los nuevos objetos materiales, que parecen contener una fascinante e inasible felicidad. Esta loca carrera y su cuota creciente de irracionalidad apartan y alejan inexorablemente a cada persona de sus propios valores.
El sentido de la vida es recogido por la bella frase de un poeta, que sugiere: «Llega a ser lo que eres». Su propuesta nos introduce en el difícil mundo de llegar a hacernos personas. Poder serlo, implica servir a nuestros valores, en lugar de servirnos de ellos.
Apreciar un valor es a menudo descuidar otros. Nuestra actitud simplista contemporánea nos arrastra diariamente más hacia la crítica mutua que hacia el reconocimiento de los méritos propios y ajenos. Solemos decir muchas más veces «muera!» que «viva!». Cuando el odio, la injusticia y la búsqueda desenfrenada del provecho personal dominan la escena, cuando cada uno atiende sólo al río abierto de sus egoísmos y pasiones la vida humana se vuelve intolerable.
Es importante recibir el alimento material, pero es también indispensable respetar el valor de las personas. Sólo eso puede ir nutriendo nuestro mundo psíquico. La falta de valoración personal genera en cambio un vacío continuo.
FACTORES QUE ATENTAN CONTRA LA VIDA
En el suicidio la vida deja de tener valor, pierde su sentido como consecuencia de un intrincado juego de diversos factores, entre los que juega un rol especial la configuración biológica, la historia singular y el medio social y familiar.
LA AGRESION
Entender las conductas suicidas, implica comprender el sentido de la agresión humana. Freud planteó, a partir de la década de 1920, que en cada una de las células, de todos los hombres, existen dos instintos: el de vida y el de autodestrucción. El impulso a la autodestrucción (o mejor dicho el instinto de muerte) se puede expresar hacia afuera como destructividad. También puede expresarse hacia adentro, como una fuerza autodestructiva, generando enfermedades y suicidios. (Martínez, 1999)
La agresividad en los animales tiende a la autoconservación del individuo y de la especie. Se moviliza cuando aparecen amenazas a la vida, la alimentación, al territorio, etc. Frente al peligro, el animal puede reaccionar con agresividad o huyendo, retirándose ante el enemigo (también lo hace el hombre).
Cuando no hay amenaza a la vista, no se moviliza agresividad alguna. La respuesta agresiva está siempre presente en el cerebro, como un mecanismo que puede ser estimulado, pero que no aparece en ausencia de un desencadenante. La agresividad no se almacena y no fuerza los comportamientos.
En la especie humana se pueden distinguir dos formas de agresión:
* La capacidad biológica de reaccionar adecuadamente frente a los peligros
* La agresión específicamente humana, peculiar de la pasión, la hostilidad con lo viviente:el odio a la vida, la necrofilia. (Sheiman, 1999)
El animal sólo vive la amenaza en el tiempo presente: «en este momento estoy amenazado». El hombre puede representarse también el futuro. Debido a esta capacidad, puede vivenciar sus amenazas no sólo como ya existentes sino también como previsibles, anticipables. Esto extiende el rango de su reacción agresiva mas allá de aquello que está ocurriendo, lo lleva al territorio de lo que estaría por ocurrir.
El hombre (a diferencia de los animales) puede ser persuadido de que su vida y su libertad están amenazadas, a través de la utilización adecuada de los símbolos. Porque el hombre tiene intereses especiales: sus valores, sus deseos y las instituciones con que se identifica. Todo ataque a esos ideales o contra las personas de interés vital para él, puede tener el mismo significado que un ataque a propia su vida. (Sheiman, 1999)
EL SUICIDIO EN LA ADOLESCENCIA
Durante la adolescencia, etapa de desarrollo por la que atraviesa todo individuo, se presentan en los jóvenes cambios difíciles que les producen ansiedad y depresión hasta llegar, en muchas ocasiones, a una tentativa de suicidio.
El suicidio de los adolescentes puede tener varios significados, aparte de los mencionados. Éstos son aplicables a todas las edades de la vida, pero debe advertirse que, en función de la madurez del individuo, hay significados que se aplican preferentemente a ciertos períodos de la vida.
1. La huída, es decir, el intento de escapar de una solución dolorosa o estresante mediante el atentado en contra de su vida, ya que ésta se percibe como insoportable;
2. El duelo, cuando se atenta contra la vida propia después de la pérdida de un elemento importante de la persona.
3. El castigo, cuando el intento suicida se dirige a espiar una falta real o imaginaria. Aquí el joven se siente responsable por un acto negativo y desea autocastigarse para mitigar la culpa;
4. El crimen, cuando el joven atenta contra su vida, pero también desea llevar a otro a la muerte.
5. La venganza, es decir, cuando se atenta contra la vida para provocar el remordimiento de otra persona o para infligirle la desaprobación de la comunidad.
6. La llamada de atención y el chantaje, cuando mediante el intento suicida se intenta ejercer presión sobre otro.
7. El sacrificio, donde se actúa contra la vida para adquirir un valor o un estado considerado superior, como lo es morir por una causa.
8. El juego, común en los adolescentes, cuando se atenta contra la vida para probarse a sí mismo o a los demás que se es valiente y parte del grupo.
COMO PREVENIR EL SUICIDIO EN LOS ADOLESCENTES?
Los factores de riesgo son: la falta de escolaridad, la violencia familiar, la separación de los padres, el consumo de drogas, niños sin familia, familias desestructuradas, fugas, ideación de suicidio, temperamento agresivo y la depresión, e intervenir a tiempo y escuchar las advertencias. (Martínez, 1998)
La depresión y las tendencias suicidas son desórdenes mentales que se pueden tratar. Hay que reconocer y diagnosticar la presencia de esas condiciones tanto en niños como en adolescentes y desarrollar un plan de tratamiento precoz. Cuando los padres sospechan que el niño o el joven tienen un problema serio, un examen psiquiátrico puede ser de gran ayuda.
Muchos de los síntomas de las tendencias suicidas son similares a los de la depresión. Los psiquiatras de niños y adolescentes recomiendan que si el joven presenta uno o más de estos síntomas, los padres tienen que hablar con su hijo sobre su preocupación y deben buscar ayuda profesional si los síntomas persisten. Se aconseja a los padres estar conscientes de las siguientes señales que pueden indicar que el adolescente está contemplando el suicidio:
* Cambios en los hábitos de dormir y comer.
* Retraimiento de sus amigos, de su familia o de sus actividades habituales.
* Actuaciones violentas, comportamiento rebelde o fuga de la casa.
* Uso de drogas o del alcohol.
* Abandono poco usual en su apariencia personal.
* Cambios pronunciados en su personalidad.
Manuel J. Gómez M.
Electrónica del Estado Sólido
Sección: 02